Newbury Street

Eran las tres de la tarde de un caluroso domingo de Agosto y la calle Newbury estaba desierta. Me daba un poco de grima caminar en medio de aquel silencio. No se movía una hoja, no había ni un alma en las aceras y los coches no circulaban. La ciudad entera parecía estar muerta. Aquella ausencia de sonido no hacía más que acrecentar mi sensación de soledad. Hacía ya más de una semana que ella no me hablaba y la situación no parecía tener visos de arreglarse. No recuerdo el motivo de nuestra discusión, solo sé que en aquel momento estaba convencido de que lo nuestro había llegado a su fin. Llevaba ya un rato pensando en ella, cuando la vi. Acababa de doblar la esquina con la calle Fairfax y caminaba directamente hacia mi. Parecía que la hubiese convocado con mi pensamiento. Ella no me había visto aún. Andaba cabizbaja, con la vista pegada al suelo. Al levantar la vista y verme, se detuvó en seco. Por un segundo, pensé que iba a darse la vuelta y desaparecer por la calle por la que había venido, pero al final optó por seguir caminando. Era imposible hacerse el sueco en una situación así. Estabamos los dos solos en aquella calle. Al llegar a mi altura, cogió aire y con evidente trabajo, me dijo: "hola".
Aquel "hola" nos duró tres años.
5 comentarios
jacaranda -
Hay holas qué duran mucho, mucho...
Un besazo!
erin -
;-)
woodsman -
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B, Horacio y la Maga salían a la calle sabiendo que se encontrarían. Yo ni esperaba, ni deseaba encontrarme a nadie aquel día.
B -
Saludos...
Poledra -
Me alegro que tengas tan buen plan para hoy, mister.